Conociendo a Emmi Pikler

24.8.16

Para estrenar este espacio, quería presentarles a una de mis personas favoritas en el mundo de la pedagogía… La doctora Emmi Pikler (Austria, 1902 – Hungría, 1984).

Ella fue una pediatra que orientó su carrera a la observación del desarrollo motor del bebé, llegando a afirmar que si los adultos que lo rodean le permiten “moverse en libertad”, el bebé puede lograr por sí mismo (¡sí, por él mismo!) evolucionar en sus movimientos y posturas y -pasando por diferentes etapas-, llegar a caminar.

Si alguna vez tuvieron la posibilidad de ver el parto de un potrillo, un elefante o una jirafa, habrán notado que minutos después de nacer, sin que “nadie les haya enseñado”, logran ponerse de pie y dar sus primeros pasos…
Pikler sospechaba que algo similar sucedía con los “cachorros humanos”… Nacíamos con ese saber… Determinadas condiciones cuidadas por el adulto iban a favorecer que se desplegara. Esa “información genética”, se iba a ir revelando a medida que nuestros movimientos naturalmente evolucionaran. El bebé necesita del adulto, eso no está en discusión… pero qué necesita y cómo lo necesita, era lo que ella se preguntaba.

Su investigación se transformó en una herramienta de uso diario en mi práctica. La Sala de Bebés, donde ejerzo actualmente, es muy muy pero muy diferente al resto del Jardín. El desarrollo motor es uno de los pilares del primer año de vida y un graaan porcentaje de la actividad del bebé durante sus momentos de vigilia, va a estar relacionada a sus posibilidades corporales
Pero además de lo específicamente “metodológico” (lo pongo entre comillas porque creo que es mucho más que un “método”), Emmi me interpeló a mí como docente… Me invitó a correrme. Hizo que me replanteara el rol que ocupo dentro de la sala: ¿Cómo acompaño cuando acompaño? ¿Hay algo que “enseñar” porque el otro “no sabe” o hay que “complementar/enriquecer” lo que va sucediendo? ¿Cuál es la importancia de cuidar las condiciones para que el bebé que ya “es”, despliegue su potencial y descubra? ¿Y si a veces es tan simple como seguirlo y dejarme maravillar?

Me hice pikleriana por tres aspectos:
-Es muy respetuosa de los tiempos personales y del proceso de cada bebé.
-Atiende a los detalles dándole valor a cada uno de los logros.
-No es adultocéntrica. No subestima a los bebés, por el contrario: confía en sus posibilidades, lo que colabora en la construcción de una autoestima sana.
En diferentes entradas, iremos profundizando en su investigación para poder ver la aplicación práctica en ejemplos concretos y reales… En esta primera dosis, la presentación…
En una etapa de su carrera médica, Emmi Pikler comenzó a cuestionarse si las prácticas de estimulación directa por parte del adulto eran o no, favorables para el desarrollo motor del bebé.

Hasta el momento, no habían estudios científicos que abordaran casos en los que únicamente se hubieran respetado sus iniciativas de movimiento. Las investigaciones existentes de esa franja etaria estaban desordenadas, se contradecían o estaban centradas en la detección de patologías y siempre aparecía la figura de un adulto que “enseñaba” o “inducía” los movimientos y posturas…

Sin demostración empírica, se admitía (todavía muchos, lo admiten) que era necesario, por ejemplo, ubicar a los bebés boca abajo para que “ejerciten” sus músculos cervicales… o llevarlos de la mano para provocar sus primeros pasos… Siempre se presentaba una ayuda extra y obligatoria del adulto (y por momentos casi obsesiva).

Cuenta en su libro “Moverse en libertad” (para mí un tesoro) que tenía sus dudas al respecto: 
“¿Era efectivamente necesaria esta ayuda, esta intervención? ¿Aceleraban realmente el desarrollo del niño? Y si así fuera, ¿resultaba ello oportuno y ventajoso para él? ¿Era preciso acelerar su desarrollo de esta manera?”
La observación sistemática y continúa que realizó de 722 niños (esta cifra es la que ella especifica en su libro), la llevaron a afirmar no sólo que no era necesaria la intervención directa, sino que además, ubicar a los bebés en posiciones que todavía no habían adquirido por sí solos o “enseñar” un movimiento, tenía por los menos cuatro aspectos que merecían una profunda reflexión crítica.

Vale una aclaración… Nos estamos refiriendo específicamente al desarrollo motor de bebés que no posean un impedimento neurológico o físico diagnosticado.


1. INMOVILIZACIÓN
Al ubicarlo en posiciones que todavía le resultan artificiales, por ejemplo, cuando lo sentamos sostenido por almohadones, el bebé que acostado se encuentra activo, que gira su cabeza, se sacude y puede estirar sus manos para alcanzar objetos y explorarlos, se tiene que quedar quieto, porque si se mueve, al perder ese falso sostén, se cae. Los puntos de apoyo y equilibrio, no son propios y a veces, hasta nos expresa la incomodidad con gestos faciales (suelen fruncir el ceño, ¿vieron?). 
 2. DESEQUILIBRIO GLOBAL DE LA MUSCULATURA. REAPRENDIZAJE
Cuando le exigimos una postura que no puede lograr por sí solo, el bebé, esfuerza sus grupos musculares, experimentándola de manera tensionada. Por ejemplo, para estabilizar la cabeza, la hunde entre los hombros… o curva la espalda, mientras intenta mantenerse sentando. Partir de una postura inicial que resulta molesta, dificulta el movimiento continuo y armónico y más adelante, tendrá que reaprenderla para lograr comodidad y poder armarla y desarmarla en sus desplazamientos autónomos. 
 3. ABSURDO A FUTURO
Durante el resto de la vida, cuando realizamos alguna actividad corporal o un deporte, intentamos evitar las posiciones desequilibradas, o la inmovilización en una postura falsa o defectuosa porque pueden dañar. Existen cantidades de productos "anatómicos" en el mercado (sillas, sillones, almohadas, cinturones, mouse pad...) y hasta se difunden por redes "tips para cuidar la postura", entonces exigirle posturas artificiales a los bebés (que están conociendo su cuerpo), es una contradicción. 
 4. DEPENDENCIA
A medida que pasan los meses, la agilidad y movilidad del bebé son cada vez mayores, sin embargo, si los ubicamos en posiciones que no puede adoptar ni abandonar por sí solos, van a depender de la ayuda de un adulto hasta para alcanzar un juguete que dejaron escapar de sus manos. Aparte, cada vez necesita más actividad y si se lo inmoviliza, esa impotencia se traducirá en insatisfacción y descontento. Emmi Pikler considera que esta podría ser una de las razones por la que algunos bebés que fueron ayudados por adultos, exigen constantemente que se los cambie de posición. Les gustan los movimientos más evolucionados, ese desafío se transforma en una necesidad natural y cotidiana: entonces solicita de alguien que lo asista constantemente cuando tiene dificultades durante sus juegos o movimientos, perdiendo autonomía. 

Entonces… ¿qué hacemos? ¿cuál es el rol del adulto según esta perspectiva?
En las próximas entradas, algunas consideraciones... =)

Y vos… ¿Conocías a Emmi Pikler? ¿Cómo acompañás esta etapa de tu bebé? 

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Fuente: Emmi Pikler – Moverse en Libertad. Desarrollo de la Motricidad Global. Budapest. 1969.

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