Quizás sucede porque vivimos
sobre-estimulados, apurados y nosotros, adultos, no sabemos bien cómo
disfrutar del silencio y la contemplación, estamos desacostumbrados…
A lo mejor es porque tenemos temor a que "se sienta solo" o "abandonado"…
También es cierto que somos muy habladores y nos resulta difícil permanecer callados si hay otra persona presente, algún comentario tenemos que hacer…
Puede que se deba a que los amamos tanto que nos ponemos intennnsos con la demostración…
Y seguro que si buceamos un poco más, también hay un golpecito al ego ("no sé si se la banca solo pero... emmm, prefiero la duda")…
Los motivos pueden ser varios (o todos) pero lo cierto es que nos cuesta MUCHÍSIMO no interrumpir a los bebés.